jueves, 13 de noviembre de 2014

Escuela Claudia del Moral para jóvenes y apasionados escritores

Claudia del Moral ha vuelto y con más ganas que nunca.

A lo largo de este año son muchos los interesados que me han remitido cartas, privados, palomas, corzos, vaqueros, saltamontes, mensajes telepáticos, columnas de humo, conejos en una olla y otras formas de comunicación preguntando qué ha pasado con Claudia del Moral. ¿Se ha retirado? ¿Ha dejado de escribir y se dedica a la vida contemplativa o a resolver crímenes en trasatlánticos de lujo acompañada de su fiel y cachas Diógenes? ¿Ha muerto y ahora su cadáver momificado es adorado por una oscura secta de fan girls? ¿Por qué ha pasado de publicar seis novelas al mes de las más ardientes temáticas a este insoportable silencio que está conduciendo a sus innumerables fans a la locura y al canibalismo? ¿Qué ha pasado, por amor de un dios?

Muchas cosas han pasado. De algunas de ellas tengo prohibido hablar ya que sus ramificaciones políticas, sociales y sensuales aun están marcando el devenir de este mundo. De las demás, ahora me dispongo a hablar.

Como todos sabéis, Claudia suele pasar la mayor parte de la año en su sencilla villa en Capri.

Villa Claudia o Casa Pasión.
El lugar donde Claudia del Moral ha perpetrado sus mejores creaciones.

Esta crisis se inició cuando Claudia estaba corrigiendo las galeradas de la décimo octava entrega de su famosa serie "Highlanders en patines" y se dio cuenta de que el argumento que había utilizado para relatar las eróticas aventuras rodantes del agresivo, pero dulce Patrick "El tonelero" y la aguerrida e indómita Megan Vargas era igual, salvo el patinete del protagonista, al que ya había utilizado en la trigésimo tercera parte de su saga "Vampiros sin calzones". Quedó consternada ante su ordenador de marfil sintiendo como una terrible idea iba introduciéndose en su prodigioso cerebro cual gusano en la hrida del despistado campista que no ha sabido cauterizarla y deja parte de carne palpitante y correosa como tentación de parásitos. Se dio cuenta de que se había quedado sin ideas. Vacía como una ánfora griega e igual de hermosa. Quizá después de más de dos mil novelas, la llama de su inspiración se había agotado. Apagó el ordenador, llamó a la editorial y a sus abogados para informarles de que no podía continuar y se adueño de ella una profunda tristeza que ni los sugestivos masajes de nalgas de Diógenes podía aliviar.

Diógenes, apoyo siempre fiel de Claudia.

Por primera vez en su vida, Claudia no podía escribir. Pasaba los días encerrada en su mísera villa en Capri escuchando música renacentista francesa y contemplando indiferente las rutinas de abdominales de Diógenes. No podía escribir. Sus historias eran las de siempre, era una fracasada y ni las noticias de tumultos en librerías por la falta de sus novelas podía alegrarla. Admiradores, fans, locos, escritores envidiosos, todos ellos se interesaban por la suerte de Claudia, pero solo recibían silencio y perdigones. Claudía había entrado en un pozo de desesperación que parecía no tener fin.

Hasta que un día, después de una rutinaria sesión de sexo de seis horas, Diógenes prendió una llama. Quizá había llegado a la hora de compartir. De enseñar a otros escritores todo lo que ella llevaba dentro, todos sus conocimientos de técnica y creación para conseguir las más húmedas y tórridas novelas de amor y pasión. En un primer momento rechazó la idea, pero al paso de los días fue dándole vueltas y sí, de acuerdo, quizá fuera una forma de volver al mundo, reconectar con la literatura y sus seguidores y devolver el cariño que a lo largo de los años le habían dado. Una escuela, un lugar donde jóvenes escritores tuvieran cobijo, apoyo y comida para crear sus obras. Séis meses de convivencia en su pequeña villa capriana bajo la férrea tutela de una profesora tan exigente como Claudia. Cuatro escritores jóvenes seleccionados de todo el mundo que contarían con la ayuda de una figura como Claudia para alumbrar sus primeras novelas. Dicho y hecho. Anuncio, selección y la primera generación de pequeños clauditos con sus respectivas novelas. Seis meses de duro trabajo que cristalizan en novelas como esta:

Pasión supervividora, Agnes Tibaldi, próxima publicación.

La ambición de la joven escritora Agnes Tibaldi es la de convertirse en la reina indiscutible del género romantic survivor, novelas distópicas de supervivencia en entornos hostiles donde el amor tiene una segunda oportunidad. Su primera novela es la prueba indiscutible de que es una voz narrativa que dará mucho de que hablar.

Un mundo futuro dominado con mano y pie férreo por La Corporación Malvada, un gobierno distópico y tirano que tomó el poder tras el desastre conocido como La Gran Deflagración que dejó el mundo hecho unos zorros. Para conmemorar el día de su toma de poder, y para controlar la población de adolescentes rebeldes que exigen derechos y wifi en el metro, todos los años se organizan los Juegos Salvajes donde un par de centenas de jóvenes y jóvenas son abandonados en entornos hostiles sin nada más que ajustados trajes de cuero y un mondadientes. Entre estos adolescentes se encuentra Sylvia, la más rebelde de las rebeldes, con un precioso pelo natural, ojos almendrados, control inaudito de su peso y un fuerte carácter que quizá no le servirá de nada cuando conozca en esa selva plagada de animales mutados al misterioso, callado y guapísimo Trevor. Ella quería cerrar su corazón, pero los ojos de Trevor parecían tener el poder para hacérselo abrir. El corazón y otras cosas que una señorita siempre mantiene cerradas.

Sylvia se contempló en el arroyo que discurría dentro de su cabaña y admiró su reflejo. Aunque habían pasado seis horas, aun sentía los labios palpitantes por el beso que le había robado Trevor. Su generoso pecho se agitaba al recordar el momento en que Trevor se abalanzó hacia ella y ella, a pesar de querer resistirse, se había dejado comer la boca por el chico al que había jurado odiar. ¿Cómo se había atrevido? ¿Y por qué sentía que le había gustado?
Un alboroto en el Claro interrumpió sus profundos pensamientos. Salió de su cabaña y vio como un grupo de chicos a los que no conocía por nombre, pero que pertenecían al grupo que había bautizado como Carnaza, llevaba en brazos a Trevor.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó presintiendo lo peor.
- Un Osoespín nos ha atacado cuando nos disponíamos a recoger moras. Trevor nos ha salvado al enfrentarse al Osoespín con su mondadientes. Lo ha matado, pero...
- ¿Pero?
- El Osoespín le ha clavado su aguijón en el vientre. Queríamos atenderlo allí mismo, pero antes de desmayarse nos ha dicho que solo tú podías curarle.
- Está bien - dijo -. Nunca he curado a nadie, pero no debe de ser tan difícil sacar del vientre un aguijón.
Lo llevaron a su tienda mientras ella se preguntaba si quería salvarlo. Quizá si lo hacía él volviera a besarle. Lo quería y lo odiaba por igual.
Los chicos de Carnaza lo dejaron encima de una mesa.
- Quitadle la camisa - dijo Sylvia. 
Lo que vio la dejó sin aliento.
Un pecho liso, fuerte y duro. Una deseable tableta de chocolate la invitaba a acariciar y lamer cada recodo. Un ligero vello parcelaba el marmóleo pecho de Trevor y se perdía más allá de su ensangrentado vientre hacia partes que Sylvia solo imaginaba por las noches con la mano inquieta. Se quedó sin respiración, con el corazón palpitando, sintiendo como sus pezones se endurecían y bailaban dentro de su sostén de cuero, como una oscura humedad le invadía su entrepierna provocando que a cada uno de sus pasos le acompañara un ligero sonido que parecía sinónimo del deseo que le despertaba aquel hombre que se hallaba ante sí. Pasó unos minutos contemplando aquel cuerpo perfecto hasta que la chirriante voz de uno de Carnaza la sacó de su ensueño; una voz donde se adivinaba el deseo que ella le despertaba.
- Deberías hacer algo... se está desangrando. Y el olor que desprende esta atrayendo a las Arañas Lobo.
¿Qué le estaba pasando? ¿Dónde había quedado su decisión de no volverse a sentir atraída por ningún hombre? Solo tenía ganas de llorar, pero no podía. Tenía que salvar una vida. Otra vez.

Impresionante, ¿verdad?
Pues esta es solo una pequeña muestra del talento que ha nacido en la nueva Escuela Claudia del Moral para jóvenes y apasionados escritores. En los próximos días encontraréis más información, más adelantos, más talento y mucha más sorpresas.

4 comentarios:

  1. estoy deseando saber más, bam chicka wow wow!!! :P

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  2. Pasión supervividora. ¿Por qué las mejores ideas siempre están cogidas? Tenía que ocurrírsele a la maestra entre las maestras. Impresionante es poco, Claudia siempre nos deja con ganas de más. Necesito ya las otras doce entregas.
    Mara, ¿crees que si nos arrastramos a los pies de Diógenes podríamos estar entre las elegidas? ¿Nos liamos la manta a la cabeza y nos vamos a Capri? Piénsalo, es por la fama, el dinero y la gloria...
    Y gracias, Jorge, por iluminarnos el camino, aunque todavía no hay suficiente luz y creo que me he golpeado la cabeza contra la pared. Gracias y más gracias de todos modos!!!

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    1. Marisa... la única forma en que un día asistas a la Escuela Claudia del Moral para jóvenes y apasionados escritores es que un flamenco llegue volando hasta la puerta de tu casa y te deje una invitación para dejarlo todo y estar seis meses bajo la estricta mirada de Claudia desarrollando todo su talento. Diógenes es insobornable y con unas abdominales de ácero puro.

      Y sí, aunque la idea de Pasión supervividora es de Agnes Tibaldi, el mecenazgo de Claudia es muy evidente. ¡No es posible resistirse a su influencia!

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